¿Escuchaste
hablar de la crisis? Sí, estamos inmersos en una profunda crisis. Una crisis que
se extiende como una sombra insondable oscureciendo cada rincón del planeta. Pero no te hablo de la crisis económica, ni
siquiera de la crisis política. Te hablo de una crisis más fundamental, una
crisis que precede a todas las demás: una crisis de valores humanos. Algunos
pensarán que tal cosa no es realmente importante y que en definitiva el dinero hace
girar al mundo, pero no es así. La mente humana y aquello que proyecta es lo
que afecta el desarrollo de nuestra civilización. Chomsky, luego de analizar en
profundidad quiénes dominan el mundo y los mecanismos del poder, concluye que
la pregunta fundamental que debemos tener en mente los ciudadanos es: «¿Qué
principios y valores gobiernan al mundo?» [1] De
allí se deriva todo lo demás.
Lo
que caracteriza a una sociedad donde hay una crisis fundamental de valores es
la falta de compasión, la impunidad del poder, la falta de reparación de las
injusticias, la pérdida de lazos humanos basados en la cooperación y la solidaridad.
Precisamente éstos son los valores – o la falta de ellos- que caracterizan a esta
forma de capitalismo «mutante y depredador» [2]
en la que vivimos, la cual se basa en una «máxima infame»: «ganar dinero
olvidando todo menos el yo».[3] Los
«amos de la humanidad», tal como los denominó Adam Smith, el famoso 1 por
ciento ultramillonario, primeros y últimos beneficiarios de esta infame máxima,
quisieron imponerla como principio moral a la población general, para atomizar y
diezmar los vínculos de solidaridad entre las masas de trabajadores y trabajadoras,
sabiendo que éstos «podrían ganar muy poco de la riqueza disponible».[4]
¿Cómo
lograron hacerlo? Pensemos: ¿quién nos dice, desde hace más de cien años, que «tener»
es más importante que «ser»? ¿Quién nos dice que el que se viste con tal ropa
es mejor que el que no se viste con tal ropa? ¿Quién nos enseña, desde hace más
de cien años, que lo más importante es la felicidad individual, y que ésta se alcanza
exclusivamente mediante el consumo? Exacto: la publicidad. Ese es el verdadero lubricante
que aceita los engranajes del sistema y que alimenta la decadencia de los
valores humanos.
Los
«amos del mundo» utilizaron, desde las primeras décadas del siglo XX, la
colosal industria de la propaganda, basada en la publicidad, el cine comercial y
las relaciones públicas, para fomentar en la población la aparición de una nueva
moral colectiva donde primaría el valor de la mercancía por sobre el valor
humano, la competencia por sobre la solidaridad entre iguales, el bienestar
particular – basado en un individualismo hedonista- por sobre el bienestar
social.
Cada
publicidad difundiría, desde entonces, en forma silenciosa esta «máxima infame»
que condujo al deterioro moral de la civilización: «ganar dinero [o bien «endeudarse
y consumir»] olvidando todo menos el yo». Cada publicidad, además de vender un
producto o servicio, promovería el consumo irreflexivo en las masas, escondiéndoles
las devastadoras consecuencias sociales y ambientales del mismo. Cada
publicidad sería un pequeño crimen contra la sociedad. Un crimen que
permanecería impune.
Sin
la promoción permanente de la «moral consumista burguesa de la publicidad» [5] habría sido muy difícil multiplicar y perpetuar
esta crisis de valores. Y, como bien lo expresó Alejandro Dolina, «algún día los
publicistas, que tanto alardean de su contribución al arte y al progreso, tendrán
que hablar de su contribución a la crisis moral que se vive. Porque sin una
moral que sostenga que es mejor tener que no tener, y que la única manera de
obtener la felicidad es consumiendo, es muy difícil que siga adelante esta
decadencia de la que hablamos.» [6]
Los
publicistas no están aquí en el banquillo de los acusados como artistas o creativos
libre-pensantes, sino como eficientes y controlados propagandistas que fomentan
hace más de cien años la más profunda crisis de valores humanos en nuestras
sociedades, y que hacen más digeribles en la conciencia de los pueblos los crímenes
sin castigo de las corporaciones.
Por Julián Pellegrini
Psicólogo (UBA), docente, divulgador,
fundador
de Proyecto Squatters
Notas.
[1] Chomsky, Noam (2016), “¿Quién
domina al mundo?”, Ediciones B, S.A., Barcelona
[2] Perkins, John (2005), “Confesiones
de un sicario económico. La cara oculta del imperialismo americano”, Ediciones
Urano S.A., Barcelona
[3] Chomsky, Noam (2016), “¿Quién
domina al mundo?”, Ediciones B, S.A., Barcelona
[4] Chomsky, Noam (2016), “¿Quién
domina al mundo?”, Ediciones B, S.A., Barcelona
[5] Alejandro Dolina, “La venganza
será terrible”, FM Tango, Argentina, “La crisis moral argentina”, 5 de Julio de
1993
[6] Alejandro Dolina, “La venganza
será terrible”, FM Tango, Argentina, “La crisis moral argentina”, 5 de Julio de
1993