sábado, 11 de enero de 2020

EL COMBUSTIBLE DEL SISTEMA



¿Escuchaste hablar de la crisis? Sí, estamos inmersos en una profunda crisis. Una crisis que se extiende como una sombra insondable oscureciendo cada rincón del planeta.  Pero no te hablo de la crisis económica, ni siquiera de la crisis política. Te hablo de una crisis más fundamental, una crisis que precede a todas las demás: una crisis de valores humanos. Algunos pensarán que tal cosa no es realmente importante y que en definitiva el dinero hace girar al mundo, pero no es así. La mente humana y aquello que proyecta es lo que afecta el desarrollo de nuestra civilización. Chomsky, luego de analizar en profundidad quiénes dominan el mundo y los mecanismos del poder, concluye que la pregunta fundamental que debemos tener en mente los ciudadanos es: «¿Qué principios y valores gobiernan al mundo?» [1] De allí se deriva todo lo demás.

Lo que caracteriza a una sociedad donde hay una crisis fundamental de valores es la falta de compasión, la impunidad del poder, la falta de reparación de las injusticias, la pérdida de lazos humanos basados en la cooperación y la solidaridad. Precisamente éstos son los valores – o la falta de ellos- que caracterizan a esta forma de capitalismo «mutante y depredador» [2] en la que vivimos, la cual se basa en una «máxima infame»: «ganar dinero olvidando todo menos el yo».[3] Los «amos de la humanidad», tal como los denominó Adam Smith, el famoso 1 por ciento ultramillonario, primeros y últimos beneficiarios de esta infame máxima, quisieron imponerla como principio moral a la población general, para atomizar y diezmar los vínculos de solidaridad entre las masas de trabajadores y trabajadoras, sabiendo que éstos «podrían ganar muy poco de la riqueza disponible».[4]

¿Cómo lograron hacerlo? Pensemos: ¿quién nos dice, desde hace más de cien años, que «tener» es más importante que «ser»? ¿Quién nos dice que el que se viste con tal ropa es mejor que el que no se viste con tal ropa? ¿Quién nos enseña, desde hace más de cien años, que lo más importante es la felicidad individual, y que ésta se alcanza exclusivamente mediante el consumo? Exacto: la publicidad. Ese es el verdadero lubricante que aceita los engranajes del sistema y que alimenta la decadencia de los valores humanos.
Los «amos del mundo» utilizaron, desde las primeras décadas del siglo XX, la colosal industria de la propaganda, basada en la publicidad, el cine comercial y las relaciones públicas, para fomentar en la población la aparición de una nueva moral colectiva donde primaría el valor de la mercancía por sobre el valor humano, la competencia por sobre la solidaridad entre iguales, el bienestar particular – basado en un individualismo hedonista- por sobre el bienestar social.
Cada publicidad difundiría, desde entonces, en forma silenciosa esta «máxima infame» que condujo al deterioro moral de la civilización: «ganar dinero [o bien «endeudarse y consumir»] olvidando todo menos el yo». Cada publicidad, además de vender un producto o servicio, promovería el consumo irreflexivo en las masas, escondiéndoles las devastadoras consecuencias sociales y ambientales del mismo. Cada publicidad sería un pequeño crimen contra la sociedad. Un crimen que permanecería impune.

Sin la promoción permanente de la «moral consumista burguesa de la publicidad» [5] habría sido muy difícil multiplicar y perpetuar esta crisis de valores. Y, como bien lo expresó Alejandro Dolina, «algún día los publicistas, que tanto alardean de su contribución al arte y al progreso, tendrán que hablar de su contribución a la crisis moral que se vive. Porque sin una moral que sostenga que es mejor tener que no tener, y que la única manera de obtener la felicidad es consumiendo, es muy difícil que siga adelante esta decadencia de la que hablamos.» [6]
Los publicistas no están aquí en el banquillo de los acusados como artistas o creativos libre-pensantes, sino como eficientes y controlados propagandistas que fomentan hace más de cien años la más profunda crisis de valores humanos en nuestras sociedades, y que hacen más digeribles en la conciencia de los pueblos los crímenes sin castigo de las corporaciones.


Por Julián Pellegrini
Psicólogo (UBA), docente, divulgador,
fundador de Proyecto Squatters


Notas.
[1] Chomsky, Noam (2016), “¿Quién domina al mundo?”, Ediciones B, S.A., Barcelona
[2] Perkins, John (2005), “Confesiones de un sicario económico. La cara oculta del imperialismo americano”, Ediciones Urano S.A., Barcelona
[3] Chomsky, Noam (2016), “¿Quién domina al mundo?”, Ediciones B, S.A., Barcelona
[4] Chomsky, Noam (2016), “¿Quién domina al mundo?”, Ediciones B, S.A., Barcelona
[5] Alejandro Dolina, “La venganza será terrible”, FM Tango, Argentina, “La crisis moral argentina”, 5 de Julio de 1993
[6] Alejandro Dolina, “La venganza será terrible”, FM Tango, Argentina, “La crisis moral argentina”, 5 de Julio de 1993